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domingo, 30 de noviembre de 2014

Kaleidoscopio







Anclados en la sombra, quietos detrás de la ventana, sin más voz que la que acontecía en el magín; llenos de inquietud en el fondo de los párpados, vacíos de interés para lo que restaba de otro día, cada cual con su enigma haciendo y deshaciendo figuritas en su mente, asomando el ojo hacia el fondo de la ventana y regresándolo envuelto, frío para calentarlo con la bolsa de los párpados.

Amorli hacía y deshacía la boca de Ofelia.

Equistrá dibujaba y desdibujaba el cuerpo de la mujer que había conocido en un sueño.

Kaleidoscopio del vacío, ambos lo creaban y lo destruían. Desconectados del mundo de las cosas firmes, reventaban el aliento con suspiros.

Las figuritas se quebraron y regresaron al lugar donde se encontraban la boca, la mano, los ojos, allí adentro, mientras Amorli palparía esos labios mojados de Ofelia, en los que reviviría el primer beso y recordaría la primera sonrisa, y algunas vagas palabras. Equistrá cambiaría el color de las manos, el tamaño, la forma de los dedos, la longura de las uñas. Le inquietaría el color verdeamarillo de esos ojos que lo estarían mirando, debajo de las ungidas cejas de la mujer del sueño. Con invisible pincel, trastocaría el verdeamarillo por el verde aguamarino, transparente, dentro del cual aparecerían encharcadas astillas de cedro y ópalo.

Amorli sacó el brazo de la cobija y lo dobló hasta dejarlo descansar sobre la almohada. Breves segundos permaneció con la cabeza apoyada en la mano. Después, con el kaleidoscopio roto en la pantalla, abandonó el cachete sobre el hombro, en tanto que con los dedos hizo, de los pelos de su barba, tirabuzones que lo llevaron a recordar, en un instante, esa parte de Ofelia que ella nunca le había permitido besar.

Equistrá no se cansaría de pintar la mujer del sueño. Le obsesionaban los contrastes que había en las líneas de ese cuerpo; palparía en ellas la quieta presencia del movimiento, el vacío lleno de luz y de sombras, la distribución de un sentimiento y de una pasión irreconciliables. Palparía lo impalpable en esa piel apiñonada.

Elevó la mano y la olvidó en el aire, como si en el aire hubiera estado detenida la forma de la mujer del sueño. Entrecerrando los ojos, tocarició (((ondulatoria-mente))) esas líneas y percibió el bálsamo que esos huecos le habían regalado, en el sueño, al introducir los dedos.


Abrió los ojos en la madrugada… miraría y le haría feliz reconocer esa sangre que le estaba quemando en las puntas de los dedos.



2 comentarios:

  1. Brutalmente bueno, amigo!! Cada día más admiradora de tu escritura.

    Besos

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  2. Gracias, querida amiga, por tus emocionadas palabras.

    Un abrazo

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Gracias por asomarte a este blog de instantes

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