People are loocking their doors
and switching off their nervous systems.
J G
Ballard
Había dejado
de contarse la historia al modo antiguo. El antes de Cristo o el después de Cristo, así como el antes de nuestra Era y el
después de nuestra Era, habían dado lugar al antes de las WWW y al después de
las WWW.
Lo que había sido dejaría de hacerse así,
y lo que vendría ya estaría haciéndose con sueños de agua y de aire.
Las
coordenadas limpias en el papel en que habían sido trazadas las rutas para
llegar allá y más allá, habían comenzado, primero, a borrarse en el papel de
los reciclados, y luego acabaron desapareciendo en los cajones del olvido.
El presente
era todo el pasado que iba quedando para los recuerdos de una memoria de
contornos imprecisos.
Fugaz recuerdo,
incluso, de lo que pudo haber sido.
Escalofriaba el segundero que impedía
saber en qué minuto exacto había muerto la crisálida.
Un río
de caídas libres era el resumen de las horas idas por el viaje hecho con las
máquinas de la realidad virtual.
Esperar
se estaba tornando en des-esperar.
A partir
de entonces, el ser se convirtió en una carga más agobiante que todas las
deudas de familia.
Con el
tiempo, más cercano que nunca, se había abierto la puerta para que sucediera
algo más rápido que la luz.
Con una
velocidad así, el ser era todo lo que estorbaba.
El retrato
de familia era una ventana abierta al cielo de todas las noches. Noches enteras
que no alcanzaban para subsanar heridas ni para ahuyentar los horrores.
Shielding my eyes from
the sunlight, I gazed into one of the darkened lounges.
A three-dimensional
replica of painting by Edward Hopper was visible below the awning.
The residents, two middle-aged
men and a woman in her thirties, sat in the silent room, their faces lit by the
trembling glow of a television screen.
No expression touched
their eyes, as if the dim shadows on the hessian walls around them had long
become a satisfactory substitute for thought.
Cocaine Nights
JG Ballard
Entre paréntesis
oscuros, las lucecitas de un piano (Ryuichi Sakamoto) llenaban el pensamiento
de quien, tirado de noche en la hamaca de una playa en el Caribe, había dejado
de esperar lo mejor.
Gran autor Ballard!! Siempre nos deleitas con grandes líneas!
ResponderEliminarA Sakamoto lo vi en mi ciudad, todo una experiencia!
un beso, amigo.
Gracias querida amiga. Siempre será un gusto saber que lees -y escuchas- esto que ocurre de este lado del Atlántico.
ResponderEliminarUn abrazo