Esperaba.
Esperaba.
Ya estaría
llegando a sus labios la palabra en que estaría escondida
toda la belleza de la
vida.
Mientras
tanto, podía quedarse durante horas contemplando el cielo
a través
de la ventana.
Podía escuchar
el ruido de las hojas arrastrándose en el pavimento.
Una hora
seguía a otro día, y otro día era como el momento aquel
en que se quedó dormido
soñando adentro del autobús que lo llevó hasta el fondo de la noche.
Ya no
era el muchacho que fue y que ignoraba el paso de las horas
y de los años.
Tampoco
era el otro que despertó en la madrugada,
después de un largo y obscuro viaje en el autobús de playa.
¿Cuántas
horas tuvieron que pasar para despertar
y saber que estaría extraviado para
siempre?
Hoy es
tarde, y sigue esperando a que ocurra el milagro.
Una palabra.
Solo espera eso. Una palabra.
Azar
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