By Misha Gordin
La no
persona se aposentó en el templo de sus mayores. Allí dejó que la corroyeran sus
palabras como una droga. Allí el silencio era propicio para alucinar en el
espacio de los muros; con la suma de las grietas surgían rostros que acababan
acompañándola, y así, en cada sombra un paisaje y muchos caminos para ser
recorridos al ritmo de ciertos verbos. No había para que oponerse a la aguja
que entraba en sus carnes y hacía de la bóveda cerebral una pantalla para ver
la ciudad en que había vivido durante tantos años.
Embelesada por los lentos giros del
caleidoscopio en que se había ido convirtiendo su mente, ya no supo –ni le interesó, quizás- reconocer
o distinguir si lo que veía estaba allí afuera de sus ojos o adentro de su
cuerpo.
Después de mucho tiempo, la no persona
decidió hundirse en el océano de las lenguas muertas.
By Misha Gordin
Jolín qué chulo!!
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