Se olvida
como el agua
de ese
famoso río,
y no
va más el soplo
de
aquella primera vez
en un
rincón de tarde.
Ojalá
todo quedara en eso:
en última
la primera vez.
Bueno
fuera saber que hay otros aires,
otras horas
menos controladas;
ya
estaríamos limpios,
serenos
para acariciar las piedras,
enteros
para multiplicar
y
dividir:
la
noche en las madrugadas,
el día
y todo lo bueno que hay
para
continuar así
serenos.
Se olvida,
y no
hay más que decir,
ni qué
creer en lo que ya fue.
Y entonces,
ni primera
ni última vez llegan.
Ni
soplo ni agua.
Ni
olvido.
Yayoi Kusama
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