Era el
Diario de un loco y Carlos Ancira el
actor.
Nosotros
estábamos arriba en gayola, espectadores de los de abajo,
sin pesos
en los monederos falsos o verdaderos pero con la imaginación desbordada,
atentos
al vuelo de las palomas que había jugando allá afuera de los ventanales.
Era tarde
de domingo. No éramos muchos los que estábamos en gayola cuando Carlos Ancira
nos gritó que bajáramos.
Bajamos
corriendo y entramos por la puerta principal del teatro Degollado.
“¡Vengan
hasta acá!”. Gritó Carlos. Subimos al proscenio, y entonces el Diario de un loco tomó las dimensiones
de la vida.
Buen guiño a Gide...qué buena obra aquella de Los monederos falsos
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