Una
palabra. La misma palabra. El nombre de uno mismo. Cada día. La palabra y el
nombre apretando los vacíos en que la vida se hace. Se deshace. Ya no uno. Nadie. Sin nombre. Sin palabra.
Los vacíos. Las cosas que deshacen a uno, el mismo que parecía estar completo ante la mirada de los
otros. Los otros. Los otros imaginados. Los otros inciertos. Tan ajenos como el polvo que encierran los armarios.
))) A veces mejor ciego.
))) A veces mejor encerrado.
Escondidos en una nube de miedo.
Imposible:
morir y renacer.
Imposible: caer y levantarse sin dolencias.
Imposible: ser
feliz todos los días.
Imposible: estar con otros sin falsos gestos ni falsas
promesas.
Imposible: descansar en el trabajo de todos los días.
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Todos los días. Así. Todos los días.
Y sin embargo, somos. Somos hechos de líneas cuya tinta invisible es el abrazo, el gesto, la mano...
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