La lluvia
chorreaba adentro del edificio. Más allá de las columnas de cemento estaba otra
realidad. Pero adentro, el grupo de fantasmas buscaba refugiarse
del frío y de los chorros de agua.
-No parece acabar esta lluvia –dijo uno
de ellos.
-No acabará nunca de llover –dijo otra
voz.
-¿Estaremos ante un nuevo diluvio? –habló
un tercero.
Nadie reaccionó ante esta idea.
Caminaban uno detrás de otro junto a muros
reventados, sin hablar ni levantar la mirada. Todo alrededor suyo era un
territorio de agujeros grandes y medianos, de enormes troncos y bestias que aparecían
y desaparecían por todas partes. El olor a selva provenía del otro lado de las
columnas. Durante años la naturaleza se había ido apoderando de ese edificio en
que caían cascadas que no dejaban ver qué había más allá de los muros de agua y
vegetación.
Después de mucho caminar, dijo una voz
doliente:
-Sigan
ustedes. Me siento mareada. Voy a quedarme aquí un rato.
El fantasma que venía detrás, dio un
salto para esquivar el bulto que se había quedado junto a un enorme tronco
descansando. Otro de los que venían muy atrás, se quedó también a descansar. Se sentó sobre un cubo de cantera. Después de sacudir el cuerpo y la
cabeza, se puso a hablar despacio, como si meditara en voz baja:
-Nunca en mi vida había visto llover
tanto. Hasta tengo miedo. Yo que siempre sostuve que el agua era vida… Yo que
siempre me divertía jugando en los charcos de mi barrio… Yo que siempre aplaudía
cuando llegaba la primera lluvia de verano… y ahora... No puedo creer que me
sienta horrorizado.
El otro fantasma nada dijo. Estaba tan
mareado que había cerrado los ojos para descansar y ver otra realidad menos
triste.
-Si pudiera me echaría a dormir como
tú. Pero tengo tanto miedo, que si cierro los ojos me disolvería entre
tanta agua.
-Mejor es que te vayas de aquí –dijo el
fantasma desde adentro de la oscuridad en que descansaban sus ojos.
-No podría hacerlo. Ya no hay nadie a
quien seguir, y no tengo valor para enfrentarme yo solo a la lluvia.
-Entonces cállate y déjame pensar.
-Tampoco puedo callarme. Si callo me
entrará el sueño y entonces… es seguro que me diluiré y no quiero desaparecer
todavía. Hablaré bajito para no distraerte. Te aseguro que te dejaré pensar.
Del otro lado de las columnas la otra
realidad se fue llenando de luces y colores. Allá a lo lejos todo parecía
normal. Mientras tanto, adentro del edificio la lluvia no daba señales de terminar
nunca.
Del grupo de fantasmas que había
continuado buscando refugio, ya sólo quedaba uno. Caminaba solo entre los
corredores cargados de ramas y de sapos, cantidad de sapos y de otros animales
que cantaban a la vida.
Me encanta como escribes, los registros que empleas..Me han gustado mucho tus fantasmas a remojo..qué tiernos y asustados.
ResponderEliminarYo tengo uno por casa, a veces sube el volumen de la música. Ya ves, me ha salido melómano.
Besos estivales.
P.D. : Por dónde andas? México o EEUU?
Ando en USA, y de vez en cuando bajo a México, particularmente a Guadalajara, Jalisco.
ResponderEliminarQuerida amiga, muchas gracias por tus palabras.
Y tú, ¿por dónde andan tus pasos vacacionales?
Abrazos