Después
de años la cabeza comenzó a rodar a solas.
Pensaba
en lo que haría y en lo que no haría.
Llegaba
la noche y nada de lo que había pensado estaba
en la
tarima de las cosas sorprendentes.
El vacío de las horas, no obstante, había
que registrarlo
con el lenguaje de los ruidos en las azoteas.
Los hechos
flotaban entre aduanas y laberintos.
Eran testigos
de lo que iba desbaratándose en los puños de los necios.
Los
pulcros necios, atentos a la orden de los sacrificios, reían
todo el
tiempo. Días enteros reían de saberse elegidos.
Sepultureros.
Idiotas al servicio de los famosos asesinos.
Los hechos
flotaban entre aduanas y laberintos.
No había
ecos de caídas estruendosas en el agua.
No había
cuerpos enteros que soportaran la cuenta de las catástrofes.
No había
perros que ayudaran a atravesar los ríos de la muerte.
Amigo, cada día te superas. Texto interesante, sin duda.
ResponderEliminarYo perezosa total,sin muchas ideas, espero que el otño me sea más propicio a la creación porque este verano mi cabez está parada.
Menos mal que tu actividad no cesa, y tenemos algo interesante que leer.
besos
Querida Miette, gracias por tu aplauso de palabras. Creo que la pereza es esencial para atrapar los fondos de la realidad llenos de poesía. Ya estarás en ellos pezcando entre cardumenes.
ResponderEliminarUn abrazo