Quiero
que me veas. Pero no quiero que sepas mi nombre. Mi verdadero nombre. De hecho,
tampoco la foto que he puesto en la red corresponde a mi persona. Solo soy un personaje en esta loca
realidad de todos los días. Este es el mundo donde expreso el que no soy, donde expreso la locura
del no ser y del no estar.
Mi verdadero
nombre, por el que me dieron vida y muerte los árboles, las plantas y las palabras,
digo –y lo callo-, que mi verdadero nombre es sagrado, pero no mi cuerpo, ni mi pensamiento
ni nada de lo que escribo. Lo real nunca será sagrado.
Me gusta
este juego del no estar en lo que digo como cierto, me gusta el no estar en
parte alguna. Me ilusiona saber que por lo único que vale la pena vivir está
del lado de lo imposible. Me aburren las cosas que ocurren o que ocurrieron.
Tan sólo me da alegría saber que todo está siempre por suceder.
Me apasionan la
indefinición, el desconocimiento y lo que se va con los sueños.
Encuentro
el oxígeno en la poesía.
Lo otro /lo demás me asfixia.
Todo esto
que he venido diciendo no va más allá del instante. Mañana es probable que nada
de lo que ahora digo me importe, o mejor, que a nadie le importe.
¿Indiferencia? No creo. Más bien olvido. Borradura. Salto hacia otro rumbo. Desconocimiento. Precisamente desconocimiento. En fin, lo hecho hecho está, y deja de
tener interés para mí. Sobre todo en este momento en que escribo a través de
las aguas de un río de oscuridad y murmullos.
Qué maravilloso escrito. Me ha encantado.
ResponderEliminar¿Cómo es el verano en Austin? Tengo curiosidad por esa ciudad.
Abrazos desde un verano que quema..
Gracias, querida Miette. Austin es una ciudad singular, sin dudas. Hablar de ella distar'ia mucho de lo que ser'ia vivir en ella.
ResponderEliminarUn abrazo