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viernes, 31 de mayo de 2013

Última noche




Hablaba solo. Se asomaba hasta el horizonte y hablaba de lo que sus ojos iban acercando, mientras manejaba el bocho verde oliva con rumbo a su casa.

“Todo empezó así”, decía, “y todo seguirá así”. Después sacudía una mano y se ponía a esperar el regreso de lo que se había ido con cada sacudimiento.

“Al cabo de tantos años, descubrir toda la gran mentira en que nos hemos puesto a jalar la carreta. Todo para ver cómo se va yendo y desapareciendo eso que creíamos cierto y verdadero”.

Cuando no hablaba se quedaba dormido en cualquier silla, y poco importaba la hora y el lugar. Se quedaba completamente dormido en el salón de clases, detrás del escritorio mientras hacía leer a los estudiantes alguno de los capítulos del libro de texto que había venido utilizando desde hacía muchos años, y no despertaba hasta que llegaba el siguiente profesor y lo sacudía para que dejara el lugar. Entonces se levantaba y salía del salón balbuciendo.

Adentro del coche, miraba el reloj, y luego de asegurarse de que estaban todas las puertas bien cerradas, descansaba la frente en el volante y dormía hasta que el sofocamiento y el sudor lo despertaban.

De regreso a casa volvía a hablar sobre todo eso que había delante de los ojos, o bien, sobre todo eso que le iba pasando adentro de la cabeza.

Pero llegó la noche en que manejando su viejo bocho se quedó dormido y no despertó jamás.


Han pasado algunos años desde aquella última noche en que murió el tío Ramiro, y según parece, uno de sus hijos, el primo Javier, ha comenzado a hacer lo mismo que su padre, pero con la diferencia de que aquel actuaba como profesor y el primo es chofer de taxis.


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