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sábado, 15 de diciembre de 2012

Breve diálogo









-“¿Escribes porque eres escritor, o eres escritor porque escribes?” –algo más o menos así fue la pregunta que hizo el personaje a otro personaje en una novela de Susan Sontag: El benefactor. Y yo te preguntaría exactamente lo mismo, Sebastián.

-Yo no veo así las cosas, Ernesto. La cuestión es otra; al menos para mí es otra la duda.

-¿Cuál es esa duda? –Preguntó Ernesto.

-Para mí, la duda es saber o estar seguro de quién decide qué es lo que se escribe. Digamos que es una duda en clave ontológica, y no óntica, como es el caso que aparece en la novela de Susan Sontag. No es la praxis definitoria lo que me preocupa sino el significado de ser que en la escritura subyace. Así como se habla de lo que es decible, de lo que es pensable, de lo que es pintable, así también, en mi caso, la duda que me tiembla en el cuerpo consiste en saber qué es lo que hace que algo sea entendido como escribible. No son tampoco la sintaxis ni la semántica los constituyentes que me preocupan para saber qué es y cómo es lo que se escribe. En breve, la duda que me ha tenido atrapado por mucho tiempo es comprender qué es eso que se escribe y que no puede ser expresado de otra manera. Me importa saber cómo el texto posee una expresión escrita imposible de ser trasladada (traducida) a otras formas del lenguaje no escrito.

           Ernesto limpió la empanada manga de la americana, y se mantuvo atento a los fulgores que estallaban del otro lado del muro de cristal, por donde la noche flotaba en torno a fluorescencias y embarrados colores en el aire. Después de un breve trago en el vaso de cerveza oscura, sonrió a su amigo Sebastián, y dijo:

            -No sé si llamar complejo o difícil o nada más que complicación a esa virtualidad que asoma detrasito de tu duda, o si en realidad se trata de lo que algunos filósofos llaman la inmanencia. Si te voy entendiendo bien, Sebastián, lo que a ti te preocupa es el volumen con que el pensamiento-imagen-imaginario ocupa el concepto del ser-escritura. ¿Cierto?

            -Es posible, Ernesto -reaccionó Sebastián, y añadió como si estuviera hablando para con él mismo-: Desde luego que la escritura en la que pìenso, quizá, no es la escritura en la que has estado pensando tú. Lo que me interesa aclarar es la memoria que se mantiene fiel a la escritura, y no a la inversa, la escritura que se mantiene fiel a la memoria.

            Después de esto, ambos amigos se dejaron ir por las corrientes del afuera; uno hacia el rumbo de la noche y sus deslumbramientos, el otro hacia la poética de los gestos y el vestuario en que se animaban los cuerpos en torno a las otras mesas.





2 comentarios:

  1. Sugerente modo del ser-sentir de tu escritura en este Breve, pero infinito Diálogo de lo escribible.

    Un fuerte golpe de silencio meditabundo, mi caro amigo.

    Abrazos memorables!

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  2. Muchas gracias, Eze, como siempre, tus comentarios fortalecen.

    Abrazos

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