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martes, 27 de noviembre de 2012

Configuraciones











Te ves en el agua, pero prefieres buscarte en los espejos. A veces también lo intentas en el vidrio de las vitrinas. Sabes que al verte allí reflejada, sobre la superficie en la que logras obtener el análisis preciso a la velocidad de los fotógrafos, habrá otros atrás -o a los lados- atendiendo el acto tuyo que ellos suelen también testimoniar, aunque con otros motivos o para alcanzar otros fines. Pero tú, a diferencia de la mayoría, al buscarte en la imagen constatas la existencia de la realidad más íntima y porosa que hay por encima de los ojos.

Tus ojos, del tamaño de la admiración.

          Lo que seguiría a continuación podría ser el tejido invisible de las miradas y de los pensamientos. Cada mirada un instante, cada pensamiento un destello fugaz. El cuadro íntegro sería entonces el resultado de múltiples instantes que hicieron y deshicieron la configuración presente de las emociones. Quizás lo más exacto sería hablar de un film, en vez de “el cuadro”. En el film las repeticiones conformarían los distintos instantes dentro de un movimiento hecho con interiores atrapados por el presente que asegura / garantiza sobre  todo eso que ha ido pasando alrededor y adentro de tu cuerpo. De no ocurrir esto así, el cuadro sería el presente de la realidad externa, presente irrepetible por cuanto que carecería de movimiento; pero en cambio, las emociones fluirían en cascadas fulgurantes, sin más tiempo que el instante de la desconfiguración, y de esto no habría nadie para asegurarlo o para dar garantía de que así ocurrió efectivamente, tras haberte visto en la imagen de tu cuerpo.

         Te ves. Eres visible. Aunque no siempre eres vista por todos los que supones se hallan alrededor tuyo. Cuando te percatas de esta otra realidad, la fractura que se te hace en el invisible cuerpo te llena de dolor. Encegueces. Son momentos en que vas ciega a todas partes, pero lo disimulas bien. Nadie nota tus dolencias ni la espesa tristeza que corre por tus venas. Por el contrario, todos ven y admiran el cuerpo en que te has vuelto una estrella.

¿Pero debo acaso nombrarte aquí, en este instante? Sería tanto como borrar la distancia, o sería como devolverte al lugar de las marquesinas y de los créditos. Mejor es que permanezcas allá lejos como estrella, lo suficientemente lejos, aunque visible en la belleza de tu cuerpo.





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