Buscar este blog

martes, 24 de julio de 2012

Sin rumbo





Lector de etiquetas y textos breves (((indicaciones / contraindicaciones))), lo mismo en cajas de medicina que en bolsas de vegetales. Apasionado de los videojuegos y del dibujo en muros. (((Graffitero))) Siempre con cascos en las orejas escuchando música. Prefiere el ruido de las avenidas a estar estudiando las cosas de la escuela. Detesta los programas de la TV en los que se busca bombardear el espíritu. Adora el tatuaje, lo anormal y todo aquello que parezca insano.

En alguna tarde le dijo a su hermana que le daba asco tanta hipocresía. Esto lo dijo porque estaban mirando un reportaje en el cual se quería mostrar las dificultades que existían para los habitantes de Lagos, en Nigeria, vivir.

Le encanta la música de Adoration, de Clan of Xymox, de Nosferatu y de otros, sobre todo de los grupos que apuntan hacia la oscuridad del alma.

            -No me rebanaré el seso por nada –le dijo a Isaura.

            Pero ella, ejemplo fiel de la incomunicación permanente, ignoró la ambigüedad que le acababa de expresar el muchacho, y lo que dijo fue:      

            -Si sabe papá que estoy contigo… No quiero ni pensar lo que haría. Es un puerco… Lo odio.

            Hugo le subió el volumen a la canción que estaba iniciando en el walkman y se la compartió a Isaura. Le puso los cascos para que la oyera.

            -Me gusta…¿Quién es la banda? –preguntó ella, después de dos minutos.

            -Clan of Xymos..

            Siguieron caminando. Abandonaron la escuela en la que estudiaban ambos. Eran poco antes de las 6 p.m. Iban sueltos porque a Hugo le sudaban mucho las manos y temía provocarle asco a Isaura. Pero Isaura estaba loca por él. De hecho, otra que no fuera ella, quizás, ya se habría vomitado tras haber aspirado el aliento que exhalaba el muchacho. En su vida había tenido un cepillo de dientes, y apenas si lo usó una o dos veces. “Me dan asco las dentaduras blancas”, alguna vez expresó el muchacho.

            -¿Qué haría el puerco de tu padre si supiera que estás conmigo? –le reclamó Hugo a Isaura.

            -No te lo puedo decir. Me da mucha vergüenza decirlo.

            -¡Todo es una porquería! –exclamó él, como si con esto quisiera quitarle la vergüenza a ella de decirlo. Pero Isaura no soltó eso que quería saber él. Por el contrario, para desviar el interés de Hugo, preguntó:

            -¿Tienes sed?

            -Algo. Pero no traigo plata para comprar alguna soda.

            -Yo traigo –aclaró ella, y propuso: - Si quieres podemos comprar unas latas de cerveza.

            -Me parece buena idea –reaccionó el muchacho.       

            Después de beber la última cerveza, Hugo se propuso acompañar a Isaura hasta su casa.

            -¡Estás loco! –gritó ella-. Papá debe estar por llegar y si me ve contigo…

            -Pues es lo que quiero… -expresó Hugo-. Me daría mucho gusto verle la cara y…si trata de hacerte algo… pues me le aviento al tiro.

            -¿Se te subieron las cervezas? –cortó Isaura, y agregó-: No conoces a papá. Es muy alto y muy fuerte... Y muy malo. Sobre todo esto. Muy malo y cruel. Alguna vez estuvo a punto de matar a un tipo…

-¿Por qué? –se interesó Hugo.

-Porque, según papá, aquel tipo había visto a mamá de una manera lasciva. Y es que mamá, recuerdo bien, llevaba puesta una blusa muy escotada y una falda blanca que, a contra luz, se le transparentaba todo.

-¿Dónde ocurrió eso? –quiso conocer el muchacho toda la historia.

-En un parque. A mamá se le había caído algo, no recuerdo qué, y cuando se agachó a recogerlo pues… en ese momento el hombre se le quedó viendo a mamá allí, y papá, notando que el hombre estaba de mirón, sin decir ni media palabra, se arrancó contra el hombre y se puso a golpearlo como si se tratara de un costal o algo así.

-O sea que tu papá es un cabrón de cuidado, ¿eh?

-Es judicial, ¿sabes?

-Uta madre. No digas más. A los cabrones judiciales los odio a muerte. A mi jefe se lo torció uno de ellos.

-¿Quieres decir que mataron a tu papá?

-No. Si todavía está vivo, debe estar en una penitenciaría. Es que a mi jefe nunca le dio por el trabajo asalariado. Todo lo conseguía por robo o asalto. Al parecer, fue por asesinato que lo entambaron la última vez. Pero mi jefa ya ni se acuerda de él. Ahora vive un gordo cochino en la casa. Que dizque es arquitecto. Yo no le dirijo la palabra ni me interesa saber nada de lo que él hace en su cochina vida. Por lo que me dice mi carnala, mi jefa está feliz con el gordo ese.

-Bueno… Hasta aquí, Hugo –dijo Isaura, deteniéndose repentinamente-. Me voy sola.

-Espera –pidió el muchacho, agarrándola de un brazo-. ¿Nos veremos mañana?

-Si quieres…



3 comentarios:

  1. Sórdida historia, como supongo será la vida de muchos. Buen ritmo.

    ResponderEliminar
  2. Triste la historia, Bocanegra. Atrapa la atención de principio a final. Muy buena.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Gracias a ambas. Sin duda, sórdida y triste historia, como la han calificado ambas, y añadiría que es brutal.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Gracias por asomarte a este blog de instantes

No había espacio

quería sonar como a eco de palabras sueltas como a sensaciones que se intensifican y  desaparecen  en el infinito tiempo no había espacio ni...