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jueves, 19 de julio de 2012

Hastío







La madera negra y los cojines anaranjados, y el viejo sentado entre esos colores del mueble, el cigarrillo encendido descansando en el cenicero, mirando el humo que se eleva.

En el estereofónico, un acetato por el que se oye música de los años 50´s.

La mujer en la cocina, mientras el viejo rasca la barriga y piensa en resolver el albur que lo llevará a decidir lo que no hará ese día.
            
            -¡Acércame una cerveza, Claudia! –gritó el viejo.
            
            -¿¡Por qué no vienes tú y la tomas!?
            
          Entonces el viejo recoge el cigarrillo y se lo pone entre los labios, con la calma de quien se sabe eterno.

Antes de atravesar el arco de la cocina, se detiene para quitarse la comezón. Al verlo allí Claudia, parado con la mano adentro del bóxer, rascando como si estuviera buscando algo que había muy escondido entre las piernas, le grita:

-Eres un cochino.

Sin importarle en absoluto, el viejo avienta la colilla hacia el fregadero y avanza hasta el refrigerador para sacar la cerveza que le quitará las ansias de estar viviendo en jueves. Después de beber el primer trago, murmura entre una burbuja de aliento alcohólico: “Y tú… eres una puta”

-¿Qué has dicho? –interrogó la mujer.

El viejo volvió a dar otro trago y regresó, soltando otros tantos regüeldos, al mismo lugar en el que había estado sentado desde hacía rato. Encendió otro cigarrillo, lo chupó calmadamente y luego de dejarlo entre las otras bachichas que había adentro del cenicero negro, fue dejando escapar el humo por los agujeros de la nariz. 

Pero la mujer no aceptó el desplante. Fue hasta donde estaba el hombre de pronunciado vientre y ojos cacalotes, que sin verla pudo escuchar lo que ella estaba gritando:

-¡Además de borracho y cochino, eres un cobarde, un sivergüenza! ¿¡Por qué no me dices lo que piensas de mí!?

Entonces el viejo se levanta, agarra la botella de cerveza y con el cigarrillo estilando a orillas de la boca, sin mediar palabra, le tira tremendo puñetazo.

Pero la mujer, que ya esperaba esto, esquivó el golpe echando el cuerpo hacia atrás, y en menos de un segundo empujó al viejo e hizo que éste cayera y se golpeara la cabeza contra el brazo del mueble.

Al instante comenzó a emanar la sangre, que se fue mezclando con el humo del cigarrillo, los vidrios de la botella, la cerveza... y el silencio del viejo, quien sin parpadear miraba hacia los abismos de la nada.
            
        “Ojalá te pudras ahora mismo”, expresó la mujer, dirigiéndose a continuar lo que había estado haciendo en la cocina. 







4 comentarios:

  1. Cotidiano, no lo que siempre pasa, sino lo que pasa sin importarnos que pase. Así parece la aparente muerte de él y las últimas palabras de Claudia. No obstante, creo que en lo cotidiano de este Hastío se da un paso a lo definitivo e irreversible.

    Un fuerte abraza, estimado.

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  2. Al final de cuentas, creo, todo ocurre dentro de lo cotidiano. LO extraordinario procede de la manera en que se aprecia todo eso que ocurre dentro de lo cotidiano.

    Un abrazo

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  3. Te salió un relato duro, Bocanegra. El desenlace es tremendo.
    Un abrazo

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  4. Qué gusto leerte por esta via, Blanca. En efecto, la vida es dura y temenda, a veces.

    Un abrazo.

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Gracias por asomarte a este blog de instantes

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