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sábado, 2 de junio de 2012

¿Quién sabe de esto?








Abrió la puerta y se fue a recorrer la ciudad. Toda la madrugada había estado atrapado por una idea platónica. Cansado de estirarse los dedos para calmar las ansias, fue considerando el itinerario para hacerse viaje en el tiempo, para hacerse cuerpo que se mueve sobre otras sombras de otros huecos.

Salió poco antes de que el sol se exhibiera plenamente en el horizonte.
            
           El primer testigo de su idea-cuerpo fue un perro, que al verlo pasar con el paso inseguro de los borrachos, se le tiró a las piernas, sin ladrido de por medio. Pero por una de esas reacciones que pueden darse en los sonámbulos, el cuerpo de la idea saltó y se trepó sobre el cofre de un carro que había estacionado. Y allí permaneció a salvo de esos colmillos, hasta que el perro se largó, sin haber soltado un sólo ladrido.

Quizás es un perro mudo y hambriento ­–pensó el cuerpo-idea-, y que lo único que deseaba era asegurarse de que yo soy cuerpo mordible, y no éste que ahora piensa, parado sobre el cofre de este carro viejo, en un perro mudo que ha vuelto a su sombra de existencias yertas.
            
          Avanzó por diferentes calles hasta alcanzar la avenida que le gustaba tanto, y que a esas horas mostraba la circulación de las luciérnagas, u otros vehículos que se le hacían menos horribles que los tachos de basura que había cada tantos pasos por el rumbo.
            
               Mar de enigmas que se guarda en cajas de color moviente.
            
           A su paso fue topándose con otros cuerpos que hablaban para ellos mismos o para otros menos tristes que él. Eran casi como otras realidades que regresarían para otro tiempo.

Otro tiempo. ¿Quién sabe de esto? Paseaba con pasos de olvido ensimismado -se pensó a sí mismo como para hacerse otro del que iba tropezando con el afuera y el adentro. El adentro. ¿Quién sabe de esto?
            
           La mañana estaba ya sobre todas las cosas, a merced de esa otra realidad con el lagunar callado de las sombras, estaba con el corazón del gran cuerpo que se desplaza –como a esa misma hora de todos los días- hacia todas las regiones del hacer vital, en tanto que este otro cuerpo, transido por el cansancio de no ser el cuerpo leve de las luciérnagas, se fue malgastando en su regreso hasta caer lleno de cansancio.

Ni a quien decir que estoy aquí, de nuevo aquí, de reqreso aquí. Ni a quien tirar el mordisco o la palabra que me absuelva de tanta inquietud, de tanto malestar, de tanto cuerpo-idea, de tanto vigilar el teatro de este pensamiento.






1 comentario:

  1. Me encanta ese tema de Baker. "Mar de enigmas que se guarda en cajas de color moviente." Precioso. Me gusta mucho como has jugado con el ritmo del texto. Un abrazo!

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