Buscar este blog

sábado, 7 de enero de 2012

Lloviendo entre las horas



Toda la alegría estaba entre sus piernas. Allí encontraba el pozo de la hondura sagrada. Allí el caracol era un lento andar de rodillas; lloviendo flores y aromas a todas horas. Allí la tarde era un cielo callado de aliento y espumas, de hubo calle y boca en el beso de la espera. Allí el ojo pondría su corazón de pálpito arrebolado, su docena de impulsos para socorrer la mano en su torpeza. Allí, otra vez allí, estaba toda la alegría entre sus piernas.

Por toda esa alegría andábamos somnolientos, distraídos del peligro diario de morir a orillas de las calles y de las enormes bocas de la bestia, creyendo que la noche jamás terminaría;

y todo por el gozo mismo de llover entre las horas de la hondura.



3 comentarios:

  1. "Allí el caracol era un lento andar de rodillas; lloviendo flores y aromas a todas horas. Allí la tarde era un cielo callado de aliento y espumas"
    Poesía pura, Bocanegra. Hermoso de verdad.
    Un abrazo,
    Blanca

    ResponderEliminar
  2. Un hermoso poema donde realizas una narraciòn extraordinaria de sentimientos.

    un fuerte saludo

    fus

    ResponderEliminar
  3. Gracias, Blanca, por tus gentiles palabras.

    Gracias, Fus, por asomarte de nueva cuenta a los instantes que suceden en la sábana que recibe el sueño de las palabras.

    Abrazos a ambos

    ResponderEliminar

Gracias por asomarte a este blog de instantes

Artes apocalípticas

no merecimos un mundo mejor el color de la sangre en los ríos o mejor los ríos de sangre la peste cadaverina en las calles estornudos en ser...