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jueves, 1 de diciembre de 2011

La casa de tus noches y tus días



Cuando escribo, sueño las fantasías provocadas por el sol o por la luna. Es de este modo que entre los dedos y el mundo que está ocurriendo en las esferas de lo gris, sobresale el enigma de tus labios. Allí están ellos perfectamente intocados por la oscuridad de la noche, entreabiertos por algo ajeno al temblor de mis dedos.
Cuando escribo, pienso en las manos que ahorcarán el silencio. No habrá después de esto más que sangre coagulada y piel amoratada en el cuerpo extraño de tus días. Querrás saber por qué apretamos tanto en la zona donde las palabras nacen para el grito. Pero no habrá nadie que lo sepa decir mejor que la muerte. Hay que estar verdaderamente muertos para saber todo lo que la muerte sabe.
Cuando escribo, presiento las abundantes formas del desconocimiento. Sucede un rasguño -en el ojo izquierdo- que me avisa cuándo la noche se llevará las cosas que no acepté guardar en los bolsillos de mis horas de ocio. Serán las manos de tus sueños las que palparán en tales cosas, pero no habrá quién pueda convencerte de que las devuelvas al lugar que les corresponde: el desconocimiento de mis horas de ocio.
Cuando escribo, huelo los cadáveres que se apostan a orillas de mi sombra. De esto, sólo saben mis ojos, pero no mis manos. Son mis manos las que ponen casa a las letras que se dejan ver en el fondo de noches estrelladas. Los cadáveres ignoran esto, exactamente esto que los ojos palpan. Para ellos mi cuerpo es un edificio que se ha ido cuarteando con las lluvias, donde, de vez en cuando, lo visitan personajes singulares, en absoluto preocupados por el fuego o por las bestias enfermas que deambulan en estas calles.
Cuando escribo, se me olvida todo. Deben pasar varios días para que mis ojos vuelvan a ser mis ojos. Mientras tanto, mientras voy hacia allá, o cuando vengo de tan lejos, hay un vacío helado, como de tundra, en que mis pies no acaban de acostumbrarse nunca. Después sé que estarás allá, del otro lado del vacío helado, y serán mis ojos los ojos que tú verás con la certeza de que he vuelto a la casa de tus noches y tus días.

5 comentarios:

  1. Casi lloro leyendo esto, es simplemente brutal. "Cuando escribo, pienso en las manos que ahorcarán el silencio." Muy bello y hermoso. Un abrazo

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  2. i-La que canta con Lobos: gracias por tus casi lágrimas. Es hermoso saber lo que te ha ocurrido con el poema.

    Abrazos

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  3. Bello texto, sin duda. Si hay alguien que hace de la escritura algo personal ese eres tú.
    Hay que felicitarte por saber usar asi las palabras.

    bisous

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  4. Querida Miette, son siempre tus palabras la sangre que alimenta el corazón de mi escritura.

    Besos

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Gracias por asomarte a este blog de instantes

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