Y de pronto callaron las voces. Entró halo blanco -de hielo negro- por la sangre.
Sangraron las cosas del decir a tientas. El coraje de ver tanta boca seca, tanta miseria, tanta lucha atrapada en la sombra.
-¿Hace cuánto?
-¿Qué sigue?
Preguntas que apuntan hacia materia indefinida. Tiempo lleno de espera.
Mejor decir: indiferencia, tal vez, o cabeza de nube en los abismos de la nada.
Podría citar los encabezados de los descabezamientos en diarios y revistas.
Podría traer un millón de páginas del horror.
-¿Para qué?
-¿Para quién?
No hay nadie del otro lado de las pesadas puertas escuchando lo que en esta calle se grita.
Y esto… este caosmos que nos destrampa y nos pone a hablar de algo más amargo que la pena.
Y de pronto callaron las voces.
Cerraron libros y bocas a base de pantallas y risas y comerciales en breves historias con los herederos perfectos de la superficie plena.
Hablan de cosas, hablan de cosas, hablan de cosas.
-¿Para quién?
-¿Dónde?
¡Qué asco de historias!
¡Qué horror de higiene y transparencias!
Y callaron las voces. Callaron. Las voces. Callaron.
Callaron las voces, pero no las almas. He visto el abismo en tus palabras. Fuerza, dolor y vértigo.
ResponderEliminarAbrazos.
i-La que canta con Lobos: Ojalá aún queden almas. Presiento que pululan por el mundo más desalmados con voz que almas acalladas por el poderoso terror -o por el poder aterrador.
ResponderEliminarAbrazos