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sábado, 2 de julio de 2011

Sueño No. 15



El poeta empezó a sangrar de la boca. Más que una hemorragia, parecía el vómito de un desahuciado que moría de cáncer. Tres horas antes había abierto una botella de vino chileno, había puesto música de Stockhausen (Mantra) y había corrido las cortinas del estudio para escuchar y beber tranquilamente en la penumbra. Una hora después, salió del estudio y fue a la cocina a prepararse unos cortes de queso manchego, entre los cuales puso aceitunas negras y finas rebanadas de dulce de membrillo; sacó el pan negro y rebanó hasta cuatro gruesas hojas que puso a calentar en un tostador. Mientras tanto, revisó los mensajes que había pegados con imán en la puerta del frigorífico. Leyó:

  • No olvides sacar las bolsas de la basura.
  • En la despensa hay suficientes granos, pastas, azúcar, café y galletas.
  • Si puedes, compras dos botes de yogur –fresa y durazno.
  • Te he dejado cosas preparadas en el refri.,

      Besos.

     Puso las cuatros piezas de pan en un plato transparente y regresó al estudio con la sensación de que su mujer no se había ido de viaje. Posiblemente la forma en que estaban escritas las palabras –su elegante caligrafía- lo hicieron que la sintiera muy cerca de sus ojos, aunque ella estuviera, en esos momentos, hablando con sus padres que vivían en San Diego, California, tal vez sobre los problemas de la universidad y el desempleo en que estaba su esposo desde hacía algunos meses.
     Echó más vino en la copa, sorbió suavemente y cerró los ojos para hundirse en las atmósferas sonoras que Karlheinz Stockhausen y otros habían conseguido producir con un piano preparado y varios instrumentos de percusión.  Al tiempo que gustaba de los sabores del queso y el vino, el pan y las aceitunas, y escuchaba el goteo delicado y veloz de algunas de las micropiezas musicales, adentro de su cuerpo había comenzado a punzarse una realidad en la zona hiatal, precisamente donde se abre y se cierra la boca del estómago. Ante dicha realidad, el poeta bebió de un trago toda la copa y esperó a que el fantasma de la embriaguez insinuara su presencia a orillas de sus ojos negros.
     “Si hoy ha sido el día en que las moiras han decidido cortar los hilos de mi vida”, pensó con la copa vacía, muy cerca aún de los labios, y sin llegar a expresar la apódosis, levantó la botella y sirvió lo que quedaba de ella en la copa. Después se le vinieron recuerdos, horas en que había estado hablando con Marcela, su primera esposa, quien lo dejó a pocos meses de haberse casado. De esta huida hacía ya tres lustros. Recordó también a Fernando, su mejor amigo de la facultad, y a otros compañeros que se habían ido a vivir a otras ciudades o a otros países. Fernando no. Fernando había muerto descabezado por el parabrisas del coche en que viajaba en una carretera de Oaxaca. Lo último que habían visto sus ojos, seguramente, fue la monstruosidad del trailer que venía contra su Renault. De esta muerte hacía más de veinte años.
     El fantasma de la embriaguez necesitaba de más sustancia para actuar efectivamente, por lo cual el poeta tuvo que ir a conseguir otra botella que había en el mueble que estaba en el cuarto de baño, que no funcionaba como tal sino como bodega. Antes de sacar otro frasco de vino chileno, el poeta se inclinó para levantar un cuadernillo que allí estaba sobre una caja de cartón. Abrió y leyó en la primera hoja: DIARIO DE SUEÑOS. Regresó al estudio con botella y cuadernillo.
     Mantra había dejado de sonar en el aparato. Al tiempo que servía la primera copa de la segunda botella, pensó en cuál sería la música más conveniente para acompañarse en la lectura de su Diario… Tras forzar la memoria en que guardaba las preferencias músicales de la época en que había llenado de palabras y dibujos ese cuadernillo, decidió poner a Chico Buarque, una cinta que había mantenido con él desde hacía tantos años. Puso la cinta y se dejó llevar por los pasos rítmicos de esa historia cantada con esdrújulas, luego abrió el cuadernillo y lloró con las imágenes que había escrito hacía mucho tiempo.
     Nada de lo que había comido logró quitarle la punzada, cada vez más intensa y frecuente, en la boca del estómago. Se levantó del sillón y fue a colocarse en la ventana, donde corrió varios centímetros la cortina y se dispuso a ver la realidad que había en los jardines donde estaban los otros departamentos. Allí se distrajo mirando a los muchachos que resbalaban montados en vistosas patinetas sobre los corredores de cemento. Le parecía imposible que su vida estuviera yéndose al mismo tiempo que había un desbordamiento de vida al otro lado de sus ojos. Bebió el trago que quedaba en la copa y se mantuvo divisando las ventanas de los otros edificios, buscando encontrar algo mucho más poderoso que lo hiciera olvidar las punzadas que estaban perforándole el cuerpo. No soportó ver tanta vida y por eso regresó al sillón. Sirvió la última copa de la segunda botella y empezó a beberla.
     El fantasma de la embriaguez no había querido acompañarlo esa tarde. Todo en el poeta estaba pronunciándose con la poderosa fuerza de la realidad, sin suaves iconografías que lo calmaran ni recuerdos dulces que le impidieran padecer tanto dolor. Habría sido necesaria una dosis de morfina para quitarle las agudas punzadas que estaban pinchando el ramal de conductos sanguíneos.
     Antes de que se le viniera el primer buche de sangre, el poeta abrió nuevamente el cuadernillo y leyó en una caligrafía nerviosa las siguientes palabras:

Sueño No. 15

Me veo hincado sobre losas frías,
desnudo y con las manos juntas,
tal vez rezando o implorando perdón,
en un lugar innombrable.

No sé si es de día o es de noche.

Atrás de mí escucho la voz
de una mujer que murmura
o que ha estado rezando, 
tal vez al igual que yo.

Tiemblo de frío,
y de ansiedad.

Despierto.

     Espatarrado y con la cabeza echada detrás del sillón, las manos yertas en el vacío, la copa rota junto al cuadernillo tirado, manchado de sangre y de vino, así quedó el poeta muerto, con la camisa azul empapada de sangre, y los pantalones mojados.

5 comentarios:

  1. Wow¡ veo que vas cogiéndole el punto... buff, muy bueno no te deja parar, pero una cosilla... (normalmente esto lo digo en privado, pero es que no te tengo en facebook) “Si hoy ha sido el día en que las moiras han decidido cortar...

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  2. Me detracto de la observación, ha sido una mala interpretación mía. Así que, perfecto, un saludo.

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  3. Hola Daniel. A veces llega el estro de una manera intempestiva, y esto hace que uno escriba como un poseso.Ejemplo de ello, Pessoa, quien llegó a escribir de un tirón casi todo un libro de poemas. En el arte literario, hay que aceptar el duende (como diría un granadino, de muchos conocido) y hacerlo entrar en la página en blanco.

    Saludos.

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  4. Bueno amigo, por momentos creía que leía algo de Carver. Cuando te pones te pones!!

    Saludos lectores

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  5. Gracias Miette. Nunca el texto se hará completamente a nombre nuestro. Escribimos con la lectura de muchos otros.

    Saludos.

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