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miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Y Mariela?

Fue el golpe suave, reiterativo, de un ala contra el pliego de seda, lo que provocó que entraras en otra dimensión. Ocurrió esto poco antes de oscurecer. Mariela se había ido de compras. Tú estabas junto a la cuna, mirando al pequeño Lucio. Estabas recordando aquellas palabras del general Villa: "Qué extraño es dormir". Lucio dormía pero tú no estabas seguro de que así fuera. Había tanta quietud en su cara, en sus pequeñas manos. Contemplabas y oías las palabras de otros personajes, cuando se produjo ese aleteo furioso, como si se tratara de una falena atrapada adentro de la pantalla de la lámpara japonesa que estaba allí, sobre el buró. Antes de pensar o de hacer nada, cerraste los ojos. No se volvió a producir otro ruido igual.

     Todo parecía estar en calma. Alrededor de la habitación ocurrían las cosas que cotidianamente solían suceder: el rumor de los carros allá afuera, las voces de los vecinos que subían o bajaban las escaleras, el frigorífico que ronroneaba más fuerte cuanto más iba muriendo la claridad de la tarde. Extendiste el brazo para colocar el dedo frente a la mínúscula nariz de Lucio. No hubo estremecimientos en el niño, pero tampoco sentiste las telarañas de su respiración en tus yemas. Dijiste: "Está en el fondo de su sueño, o quizá, está todavía viviendo en los abismos de la nada". Ibas a retirar la mano cuando, otra mano se arrastró en tu espalda. Había sido un arrastramiento apenas, es cierto, pero un arrastramiento que te obligó a doblar el cuerpo hacia atrás, como si con esto hubieras querido espantar a quien había querido asustarte.

     El niño continuó durmiendo; tú te levantaste y fuiste a la cocina. Pusiste a hervir agua para hacer un té. "No he dormido lo suficiente durante estas últimas semanas. Tal vez sólo haya sido un escalofrío que adquirió la consitencia de unos dedos fríos..." Especulaste. El agua había comenzado a hervir en el pocillo y tú, sin recordarlo, caíste en cuenta del lugar en el que te encontrabas. Te asombró saber que estabas sentado en la silla, a oscuras y oyendo algunas voces. Desconocidas voces. Encendiste la luz de la bombilla que colgaba sobre la mesa donde habías estado abismado en otras realidades.  
    
     Las bolsitas del té comenzaron a flotar y luego se hundieron suavemente por el peso de la cucharita que había entre tus dedos. Cerraste los ojos para respirar el vapor de la menta. Pronto tuviste que abrirlos cuando sentiste la respiración de alguien a tus espaldas. Giraste el cuerpo. Nadie. No había nadie.

     "¿Qué me está sucediendo?" te lo preguntaste, al tiempo que la debilidad se hizo presente en tus brazos y en tus piernas. Abandonaste la cocina y fuiste a esperar, recostado en el sofá, a Mariela. Durante algunos minutos te dedicaste a mirar los efectos de luz y sombra que se hacían en el techo y en las otra paredes de la sala. Del té ya ni te acordabas. Había quedado en el pretil, enfriándose para el gusto de otras alimañas.

     De pronto, un mal presentimiento, o mejor, tu enloquecida mente hizo que imaginaras a Lucio en las manos de una vieja bruja o de un maldito asesino. Corriste hacia donde estaba Lucio. Después de jalar el cordón de la lámpara japonesa, bajo la tenue luz blancuzca, viste al niño: quieto como todo lo que había colgado y pintado sobre las paredes. Recargaste la frente en el barandal de la cuna y te dijiste, en un murmullo: "¿A qué horas llegarás, Mariela?" 

4 comentarios:

  1. Mariela no existe si no está dentro del mundo del que la nombra. Mundos interiores. Hay quienes tienen el mundo adentro y hay quienes lo tienen afuera. No sé cuál es el mundo tuyo que más me gusta, tal vez el intermundo, tu intermundo. Me gusta como contaste aquí. Gracias

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  2. Gracias por tus palabras, Paty. A veces amanezco en el mundo del adentro, a veces en el de afuera y a veces en el intermundo. Según sea como amanezca, cuento las cosas de un mundo o de otro. Significa, entonces, que estoy en las palabras que escribo desde un cierto amanecer mundano.

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  3. Me encantó la manera de referirse a Mariela, a quien veo más como a una necia necesidad de descanso y tenue regocijo que a la vez me hace pensar que puede ocuparse de mi, pero entonces pienso que no es lo suficientemente inteligente como para hacerse cargo del pequeño e inocente ser, desconfianza, ¿quien es mi Mariela?
    Gracias por tus comentarios en mi blog me animan mucho. Me agrada muchísimo lo que escribes, más que deleitarme en las palabras... reflexiono, se me revuelve la cabeza dentro de mil tonterías, dentro de mil razones;)

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  4. Gracias, Yarit. En este "nuevo mundo" de la comunicación se está gestando un "nuevo mundo literario". Todos los que estamos escribiendo en este nuevo mundo somos, me parece, como un mar de palabras y de imágenes que acabará produciendo otros seres con otras branquias y, desde luego, otro modo de viajar dentro de ciertas aguas amnióticas en que late la otra "nueva vida".

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