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martes, 24 de mayo de 2011

Dilema

Como lo venía haciendo desde hacía más de diez años, Enrique estaba obligado a preparar un discurso que sería leído por  otro.
     -El auditorio –le dijo el otro- está compuesto por autoridades del gobierno, autoridades académicas, varios intelectuales de la región y del país, público interesado en la obra pictórica de Equis Famoso, viuda del Famoso, sus hijos y demás familiares, y desde luego, los medios de comunicación. Me interesa que escribas un texto en el que estén diferentes lenguajes en equilibrio; el culto y el popular, el de especialistas y el de informados, el de los historiadores y el de los mitómanos, todo esto salpicado con anécdotas que no hagan enrojecer de vergüenza ni a la viuda ni a los hijos y, ni mucho menos, que hagan pasar al estelar como a un enfermo mental. ¿Cachas lo que quiero?
     Enrique cabeceó afirmativamente, con el gesto adusto de quien ya está acostumbrado a tal clase de solicitudes.
     Mientras la mesera traía los tragos y las botanas, Luis A. y el otro se pusieron a chacotear y a llenar el imaginario con éxitos semejantes a los que ostentan los poderosos en el mundo, sobre todo el otro, que era un perfecto camaleón en los ambientes de la política y de la cultura.
     -Por cierto, ¿cómo te va con el Licenciado Gutiérrez? –preguntó el otro, más por sacar información útil para sus particulares intereses que por verdadero interés en la vida profesional de Enrique Vargas.
     Antes de contestar, Enrique esperó a que la mesera acabara de depositar la copa de coñac y el agua mineral –para el otro-, el campechano –ron con cerveza oscura, agua mineral y refresco negro para Luis A.-, un caballito de tequila añejo para Enrique y las botanas –para todos ellos-: manitas de puerco, frutas en vinagre, chicharrones, camarones secos, tostadas quebradas y una escudilla con varios limones partidos.
     -Me ha pedido el Licenciado Gutiérrez que prepare un proyecto para hacer la feria internacional del comic y el fanzin.
     -Chingón proyecto –dijo el otro, luego de haber lamido los bigotes mojados por el coñac-. El Lic. es un chingón con ideas que dejan plata a manos llenas.
     Las de él y las de su familia, pensó Enrique.
     -Sí, es un proyecto que suena interesante –habló Luis A.
     Luis A. es un profesor de historia del arte que, en sus ratos libres, se dedica a hacer grilla universitaria; o a la inversa creo que resulta más cierto: es un grillo universitario que en sus ratos libres se dedica a ser profesor de historia del arte . Es un incondicional del otro, es quien lo pone al tanto de lo que ocurre en el Centro Universitario de las Artes y las Humanidades (CUAH), donde está de rector, precisamente, un primo lejano del Licenciado Gutiérrez.
     Enrique libó un poco de tequila y miró a los ojos de Luis A., luego miró los ojos del otro, y entonces dijo:
     -La idea es que el proyecto se realice dentro de tres años, es decir, para cuando sea rector del CUAH el Doctor Anastacio Naranjo.
     -¿Quién te dio tal dato? –preguntó el otro, inclinándose de tal manera que Luis A. no pudiera escuchar la fuente de donde Enrique había conseguido la información.
     Antes de decir nada, Enrique bebió de un trago lo que quedaba del caballito, después chupó una rodaja de limón y, con el tequila quemándole el pecho, dijo que era un rumor, fuerte rumor proveniente del Departamento de Artes Escénicas.
     -¡Ah, bueno! –exclamó el otro, y terminó diciendo-: No hay que tomarlo en serio. En ese departamento les gusta mucho lanzar buscapiés. Son expertos en levantar opinión universitaria.
     -¿El Licenciado Gutiérrez sabe de ese rumor? –intervino Luis A., para sorpresa de el otro y de Enrique.
     -¡Vaya que tienes oídos de perro! –apuntó el otro.
     -De hecho el Licenciado Gutiérrez fue quien me dijo que de ese departamento había salido el nombre de Anastacio Naranjo- aclaró Enrique, esta vez sin bajar la voz.
     -¡Ah, bueno! –reaccionó el otro-. El Licenciado ha hecho lo que sabe hacer, ha dado señales de quien no será nunca el próximo rector del CUAH.
     Vinieron más tragos, menos botanas y la tarde fue muriendo al otro lado de las mamparas del bar El Tapatío. A diferencia de Luis A. y de Enrique Vargas, el otro parecía estar más fresco que una menta. Era indudable que había acabado con la botella de Martel y no lo parecía. Tal vez las últimas idas al baño explicaban su entereza. Allá se daba los pericazos que ahora lo tenían risa y risa con las ocurrencias de Luis A. Es un clown, es un siervo de la gleba, pensaba Enrique, quien en su suave borrachera fue pensando en los nombres de los autores y de las obras en que se apoyaría para hacer el texto que sería leído por el otro en el homenaje a Equis Famoso, en el marco de la Feria Internacional del Mariachi y la Cultura.
     Antes de despedirse, el otro dijo a Enrique:
     -Quiero que me muestres el borrador el próximo sábado. Nos vemos aquí. Aquí quiero leerlo. ¿Cachas, mi estimado?
     Enrique sonrió con la cara empapada de sudor y la mirada acristalada, señal de que estaba de acuerdo con el otro. Después vio cómo se fueron yendo ambos por entre las mesas: a Luis A. manoteando y diciendo sandeces, y a su jefe con las manos metidas en los bolsillos del saco, dirigiendo de vez en vez alguna mirada de aprobación a su fiel acompañante. Luego, como le ocurría tras horas de estar oyendo las mismas voces y las mismas cosas, a Enrique se le fue espesando el asco en la garganta, era el mismo asco que lo hacía sentirse sucio por dentro.
     Y ahora qué sigue, dijo para sí mismo-: ¿Beber hasta olvidar el que soy, o salir de aquí para continuar siendo el que jamás debí ser?

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